Juntos somos más
Hoy opina... Javi Sanz
Los Profesionales

“50 años de vida y 100 de experiencia” bien merecen un guiño para poner en valor al colectivo de LOS PROFESIONALES y reconocer su impronta. No se trata de forma vertical de opinar vanamente si son más o menos importantes para el Proyecto que familias, voluntarios o personas con capacidades diversas, pongo por caso. En un modelo de interpretación horizontal y global (holístico lo llaman algunos) me gustaría dedicar unas letras a este “grupo de interés” que sin duda ha tenido un papel relevante en estos años.
Mi hipótesis parte de esta afirmación: Existe gente muy válida profesionalmente a lo largo de la vida de la organización. Yo los he conocido. Un tesoro, sin duda. Cualquier generalización puede ser injusta y se podrán encontrar excepciones personales, ¡Cómo no! Pero no invalida la tesis inicial.
Dicho lo cual, como si fuera un brindis, con el cava de la memoria histórica levanto mi copa por:
  • Los que nos recibieron cuando empezábamos nuestro primer día laboral y sin esos papelotes que ponen “plan de acogida” nos mostraron con su vida el qué, cómo y porqué de las cosas y las personas.
  • Los que siempre multiplicaban o sumaban con su presencia cuando el viento era a favor y en las duras no restaban. Suplían con imaginación y voluntad la falta de recursos en muchas ocasiones.
  • Los que no necesitaron entender aquello de amenazas, debilidades y demás para hacer lo correcto. Eso de la “calidad” vino más tarde.
  • Los que cuando fueron convocados el primer día a hacer el curso formativo de “Trabajo en grupo”, sorprendidos comprobaron que ya lo habían practicado durante años.
  • Los que no hicieron psicología como carrera (no es nada personal contra el gremio, al contrario) pero acompañaron procesos personales a veces bien complicados con un sentido común y una cercanía notables.
  • Los que tenían el sabio hábito de escuchar lo que decían las palabras y lo que no decían las palabras, de las personas a las que atendían.
  • Los que empezaron desde abajo y ahora que están arriba no se han olvidado de su origen en su forma de comprender las grandezas y las miserias de cualquier tipo de atención humana.
  • Los que hicieron crítica constructiva, porque cuando se está tan dentro se ven las grietas y las fugas como buenos fontaneros de la realidad y opinaron con lealtad.
  • Los que ya no están porque el camino de la vida ha separado por múltiples razones (fallecimiento incluido) pero dejaron huella en más de un corazón por todo lo compartido.
  • Los que tantas veces miraron primero el bienestar de la persona antes que el reloj si la circunstancia así lo requería. Nada había más importante en ese momento. Cada encuentro era único aunque se repitiera mil veces.
  • Los que entendieron que había que ser coherente en la propia vida porque las personas con las que trabajaban esperaban de ellos que lo que hacían y decían fuera en la misma dirección.
  • Los que reinventaban el quehacer para crecer y proponían nuevos retos con la ilusión de que el milímetro que avanzaban era un paso de gigante. Y si ese milímetro no llegaba, gestionaban lo cotidiano con serenidad.
  • Los que se enfadaban (también pasa) y desenfadaban tantas veces como fuera necesario. Entendieron la importancia de llevar el trabajo con humor y no perdieron la sonrisa y la paciencia con las arrugas.
Nuestros chicos no merecían menos. Y dejadme por esta vez que diga “nuestros chicos” porque eso eran.
Llegados a este punto. ¿Qué tal una plaquita en algún sitio significativo de nuestra Casa que recuerde a los profesionales en todos estos años? Y puestos a pedir… ¿Qué tal una lluvia de ideas sobre el texto que debiera ponerse? Yo aporto la primera. Me apoyo en Pedro Casaldáliga, un joven obispo español de 90 años, comprometido con la promoción de su gente en Brasil, nominado en alguna ocasión al nobel de la Paz y a la sazón también poeta:

EL CORAZÓN LLENO DE NOMBRES
Al final del camino me dirán:
¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres.