Cada nuevo año que abrimos es un nuevo ciclo y un nuevo marco de oportunidad, así como un nuevo tiempo en el que proyectar nuevas ilusiones, metas, propósitos y retos. Y si eso lo hacemos en el plano más personal, cómo no lo vamos a hacer en aquello que, como nuestras organizaciones, son muestra de compromiso individual y colectivo.

Así, y de esta manera, vemos cómo poco a poco, y después del parón navideño, o no -ya que vinculada a la vida de no pocas personas nuestros apoyos se procuran todos los días del año-, los centros, oficinas, servicios o talleres retoman su actividad o continúan, pero con nuevos anhelos y aspiraciones.

Quiero aprovechar la ocasión que me brinda esta columna para invitaros a que, como no podría ser de otra manera, mantengamos el espíritu de concordia, de familia y de felicidad que tanto nos habremos deseado y practicado a lo largo de la Navidad. Las personas que somos y formamos Aspanias, o al menos así lo considero yo, debemos evitar hacer uso de palabras huecas o que no sentimos, pues todo nuestro proyecto está basado en la coherencia y en la justicia.

El año 2019 debe ser un nuevo año para trabajar con, desde y para las personas. Una nueva ocasión para transformar nuestros entornos, pues en ellos está la verdadera inclusión, y facilitar el desempeño del rol de ciudadanía plena que merecen y nos hemos ganado todas las personas. Para ello, insisto en que debemos trabajar y no cejar en nuestro empeño por lograr que los sueños y proyectos de cada persona se hagan realidad.

La responsabilidad y la exigencia que todos nos trasladamos es máxima, pero también que el proyecto lo demanda y merece. Por ello, y con el mejor ánimo para alcanzar todo aquello que nos hemos propuesto o propongamos, mis mejores deseos y apoyo para lograrlo.

Año nuevo, vida nueva. Y una vida, que bien merezca ser vivida.