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Hoy opina... María Soria
¿Educación Inclusiva?

Mi cabeza no para de pensar desde que, este mediodía, se me ocurió escribir mi opinión sobre la “Educación Inclusiva”, ¿qué escribir? Cómo explicar todo lo que he pasado en cuanto a temas de educación se refiere, ¡qué difícil!

Entonces, sin darme cuenta, me traslado al verano del año 2000, momento en el que mi primer hijo cumple un añito…. Revisión con el pediatra y empezamos a ver que los avances de mi peque no siguen las pautas establecidas… pero el pediatra no le da importancia ya que cada niño tiene su ritmo.

Comenzamos la guardería y desde el principio el niño presenta dificultades para interactuar con sus compis de clase, pero, nadie lo considera relevante.

David cumple tres años y toca elegir colegio…Por los pelos entramos en el colegio que tenemos a la vuelta de casa y, pasados unos meses, la primera profe del niño me llama un día porque dice que David siempre está enfadado y no habla, pero su preocupación no pasó de ahí.

Nace mi segundo hijo y según van creciendo, veo que Mario va desarrollando habilidades en las que David, aun siendo tres años mayor, no logra avanzar. Empiezo a visitar especialistas e inicio terapias complementarias…. Todas ellas particulares, montón de diagnósticos equivocados, ya que lo fácil es achacar que esta diferencia de avance se debe a las otitis crónicas que padece David desde que era bebé.

Pasan los años y muchos días, desde fuera del colegio, observo cómo David pasa los recreos solo, dando vueltas al patio al lado de la barandilla. Este comportamiento a mí me llama la atención, pero a ningún especialista del centro le parece que sea una cosa a destacar.

Nos mudamos a un pueblo de los alrededores de Burgos y pienso: nuevo cole, con menos niños por clase…. Seguro que David consigue cumplir su deseo de tener un amigo. Pero pasados unos meses veo que tampoco es así, vuelvo a encontrarme a David dando vueltas alrededor del patio buscando lagartijas en Diciembre…. Cosa difícil ¿verdad?

Llega junio, me convoca el equipo de profesores del niño para decirme que David tiene que repetir por falta de habilidades sociales…. Y yo lanzo una pregunta: ¿me podéis explicar que vais a hacer el próximo curso para que David mejore en este campo? Un largo silencio es lo que he obtenido por respuesta.

Tras varios años dando tumbos, trabajando con David toda la tarde para conseguir hacer la tarea a tiempo (como David es el mayor de tres, me pregunto qué voy a hacer cuando mis otros dos hijos necesiten toda esta ayuda, no tendré tiempo suficiente).

Ahora toca elegir instituto, decisión complicada, sobre todo después de que algún profesor de infantil me haya llegado a decir que David “es carne de cañón”, pero nadie me ofrece ninguna propuesta. . .

¡Vaya trabajo conseguir que David se levante cada día de la cama! No quiere ir a clase. Las necesidades de David son diferentes y los compañeros cada vez se burlan más: nos rompen los bolis, nos manchan de tiza la espalda, David cada día más triste y yo sin saber qué hacer.

Después de muchos días sin dormir bien, me viene a la cabeza la pregunta: ¿por qué sigo intentando algo imposible? ¿Por qué no llevo a David a un centro en el que encuentre a gente como él, donde pueda hacer amigos y no sea siempre el diferente? Planteo mi idea a la psiquiatra del niño y ella también lo ve bien… pero nuevamente meses de trámites complicados hasta conseguir plaza en el Centro Puentesaúco. Aquí David lleva tres años, por fin se levanta con ganas de ir al colegio ¡Estoy encantada!

No sé quién ha tenido la idea de cerrar los colegios de Educación Especial, seguro que es alguien que no ha tenido que pasar por ninguna de las situaciones que he tratado de contaros hoy.

¿Educación Inclusiva? ¿A qué precio? ¿Al de la felicidad de nuestros hijos? Yo digo NO. Pienso que nuestros hijos, con sus capacidades diversas, necesitan una atención y unos programas adaptados. Trabajemos para desarrollar Actividades Inclusivas en momentos determinados, pero, respetemos su espacio de confort.

María Soria


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