Hay ocasiones en los que es especialmente difícil escribir. Unas veces porque uno no se encuentra especial inspirado, otras porque el tema es difícil o no es de su agrado, y otros, como hoy me ocurre a mí, porque son tantas las cosas que quisiera poner que solo ordenarlas es tarea imposible. Y más, cuando uno escribe desde el corazón. Pero ahí vamos, por vosotros, por la Fundación y por Ana.

Como ya sabréis todos, hoy hace una semana que nuestro Patronato ha perdido algo más que a una de sus miembros, pues ella era algo más. Una amiga de esta casa, de su proyecto y del todas las personas que por una u otra circunstancia, ven que para desarrollar su Proyecto de Vida precisan un apoyo, un empujón o que directamente cambie su entorno. Y en ello estaba ella, tanto en Burgos como en otros puntos de nuestro planeta.

Con estas referencias, ahora todos tendréis bien claro que hablo de Ana Lopidana, patrona de la Fundación Aspanias Burgos y concejal de Servicios Sociales en el Ayuntamiento de Burgos. Pero antes de todo eso, una mujer a la que bien merecía la pena conocer. Nada de lo que aquí ponga será suficiente para describirla, así que solo se me ocurre contaros una de las muchas anécdotas que compartimos con ella y que bien reflejan cómo era.

Sería el mes de octubre de 2013 cuando acudimos a su despacho a presentarle el borrador del programa con los actos de celebración por los 50 años de vida de Aspanias. Gustosamente nos recibió y nos escuchó. Y una vez que nos hubo escuchado, habló. Parecía que nos estaba riñendo, pero no, quienes la conocíamos sabemos que era así. Pues parecía que te abroncaba, pero no, en breve descubrías que lo que realmente te estaba haciendo es arengarte. Que te estaba diciendo que venga y que adelante. Que las cosas importantes para las personas, primero. Así que con estas, se puso a disposición del proyecto, cogió el teléfono y comenzó a solicitar a sus colaboradores, a su equipo, colaboración plena para apoyar su desarrollo.

Lo dicho, una mujer con brío, buena, voluntariosa, justa y que creía en la justicia. Una mujer para la que el camino más corto entre dos puntos siempre era la línea recta y que, como hemos podido disfrutar estos años, sabía que, con una sonrisa, con dedicación, voluntad y honestidad era mucho más fácil poder hacer las cosas.

Ana, todo nuestro cariño, allá donde estés, que a buen seguro es el cielo. Una tribuna privilegiada desde la que seguirnos, acompañarnos y trabajar por todo en lo que has creído.

Hasta siempre Ana.