Juntos somos más
¡¡Buen Fin de Semana!!
¿Cómo mantener las distintas identidades corporativas de una misma marca?

Si las marcas son patrimonio de la organización, entonces, ¿cómo hacerlas compatibles con la marca general?

¿Qué es más importante, conocer lo que somos o lo que los demás piensan de nosotros?

¿Cómo gestionar el debate interno con opiniones diferentes sobre el modo de actuar, presentarnos en público, definir el nombre de nuestro público interno preferencial?

¿A una persona con discapacidad intelectual de 60 años se le puede denominar también “persona con capacidad diversa” o “persona con capacidad diferente” o “persona con diversidad funcional”?

¿No deberíamos alejarnos de conceptos dispersos, ambiguos, faltos de enfoque?

¿Hay tensión terminológica en el modo en que el movimiento de la discapacidad intelectual y la sociedad en su conjunto se refieren a estas personas?

Si el movimiento organizado de la discapacidad intelectual lleva mucho tiempo concretando, ¿qué sentido tiene lanzar conceptos nebulosos, poco definitorios?

Si la definición jurídica recogida en leyes y decretos es “persona con discapacidad intelectual”, los estatutos de las entidades así lo reflejan e instituyen y la confederación aprueba con el consentimiento congresual de sus asociados, ¿cómo conciliar el “régimen general” con los “regímenes locales”?

Todas estas preguntas (y otras por llegar) resultan bien pertinentes a apenas un año de la puesta de largo de la nueva marca Plena inclusión. Cuestiones que han vuelto a tomar valor y primer plano en Castilla y León tras la jornada organizada para plantear, afrontar y dar respuesta a las dudas sobre el proceso de creación y asentamiento de la marca en la región.