Juntos somos más
¡¡Buen Fin de Semana!!

He leído esta semana que un ex inspector de Educación de la Comunidad Valenciana arrancó los aplausos del público cuando –en el transcurso su intervención- se le ocurrió preguntarse en voz alta que qué clase de modelo educativo permite que un joven se tire 11 años haciendo una carrera y al mismo tiempo impida que otro de 21, con necesidades educativas especiales, no pueda continuar cursando formación profesional.

El caso es que Manuel Ávila (así se llama) lo que puso en evidencia con este aplaudido ejemplo es la falta de flexibilidad y contradicción de un sistema de enseñanza que no acaba de dar respuesta (coherente, legal y justa) a las necesidades de todos los ciudadanos.

La educación inclusiva es una expresión y un concepto que no acaba de abarcar todo el significado que encierra. Porque después de tanto tiempo invocándola, es mucho más que la inclusión de un niño o niña (con necesidades especiales de apoyo) en el aula ordinaria.

Implica a la familia, en primerísimo lugar. Como a las administraciones -en el apoyo de ésta- para que le puedan proporcionar todos los apoyos que el niño o la niña necesite; sin remiendos; sin parches. Decididamente.

Familia, poderes públicos y sociedad. Tres pilares que deben estar unidos por una misma causa: la de una ciudadanía libre y con derechos. Y la educación debería estar considerado el primero de una serie de derechos que conduzcan a una reivindicación permanente.

Por una educación para todos. Que incluya a todos en igualdad de oportunidades, recursos y medios.